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El cumpleaños de mi tía
Hoy es el cumpleaños de mi tía. Lo llevo recordando toda la semana, porque a todas horas me acuerdo de ella, aunque nunca la nombre, aunque no pregunte a sus hijos. Da igual! Ya hace tiempo partió a otro mundo, uno en el que es feliz, donde, por fin, es ella misma. La llevo recordando tanto y la tengo tan interiorizada, que anoche tuve una pesadilla horrible. Una en la que yo hacía creer no se qué mentira relacionada con escribir y que estaban a punto de descubrir que yo era un fraude total. Lo curioso es que la que me quitaba la máscara es alguien a quien sigo en redes porque tiene un blog y me gusta como escribe. «Me encantaría escribir así» pienso cuando la leo. Yo creo que ha sido un síndrome de la impostora en forma de mal sueño y, para hacerlo más angustioso, se producía en casa de mis abuelos, una casa que, aún después de 26 años, recuerdo perfectamente y donde viví un montón de situaciones penosas. Es curiosa la mente! Como te lleva de un rostro a un lugar concreto, a una vivencia concreta. Mi tía siempre me animó a escribir, porque era capaz de ver en mí cosas que yo creía incapaces de hacer. Como lo de escribir, o las oposiciones. Ahora mi confianza está huérfana sin sus palabras de aliento. Es lo que tiene la vida. Que no es inmutable. Que cambia al segundo. Que no es en absoluto predecible.
Mi tía y yo éramos muy afines. Nos gustaba leer, escuchar música, pasear, ir al teatro…yo hacía lo que podía y compartía con ella los momentos que me permitían los años. Ella me lleva seis a mi, así que, hubo días en que tuve que ver cómo se iba a tal o cual sitio, mientras yo tenía que quedarme a estudiar o irme a visitar a mis padres. Qué frase! Ir a visitar a mis padres! Tampoco me importaba! Nos queríamos, sí, pero supimos crear cada una un espacio propio, con amigos distintos, situaciones diferentes. Y esa distancia que impuso la edad fue la que me hizo ver que algo no andaba bien. Como un cuadro que ves muchas veces y, de repente comienzas a captar sus trazos únicos, los errores, los usos de luces y sombras…y entonces caí en la cuenta pero no podía decir nada porque me hubieran tomado por loca. Ella es la persona más dulce del planeta. No podía ser que estuviera tan mal! Y menos por una cuestión de salud mental!
Y así vivimos hasta que un día ella decidió que dejaba de ocultarse. Que se iba a comportar como ella sentía, sin importarle ya ni marido (que, para ser honestos, se lo merecía) ni hijos. Y llegó su primer ingreso. Mi madre, que nunca fue objetiva con la gente que amaba, fue a visitarla a Alemania, viajando un montón de kilómetros con mi hermana, para ayudar al marido. Volvió diciendo que lo que tenía su hermana lo había provocado él y yo dejé que él sudara un poquito de tinta y me callé que aquello venía de cuando aún ni se conocían. Pobrecito mío! que ya por aquel entonces tenía y disfrutaba de los brazos de otra compañera sentimental, con la que llevaba un montón de años, todo ello, claro está, sin decirlo a la familia de su mujer, no fuéramos a decirle que le podían ir dando mucho por donde cargan los camiones. Tampoco tardó mucho en dejar claro que su mujer le importaba cero, así que, cogí el móvil y lo saqué de mi vida en el mismo momento en que, en un viaje en coche hasta mi casa, con mis dos chicos avatares detrás, me dijo que si no me importaba criar a su hijo pequeño desde ese día hasta el día de mi muerte. No podía creer tanta poca vergüenza! Le dije que no y no he vuelto a saber de él si no es porque hay gente de mi familia que aún es capaz de hablarle sin vomitar a la vez. Carezco de ese cuajo. Qué le vamos a hacer! Tal vez esté harta de padres que lo son solo de boquilla. Seguramente.
Me ha levantado el enano bien temprano y me he tirado al móvil para felicitarla. Me ha respondido con menos de dos líneas y ya no ha visto mi respuesta.
Como dice Neruda: «Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo» pero yo ya sé que ella no quiere causarme ningún dolor, y esta no será la última vez que yo le escriba. -
El primer trimestre escolar
Ayer dieron las notas, y, como somos un país moderno, ahora, si no tienes una aplicación para verlas, o haces caso de la aplicación del cole, no te enteras de qué va la cosa. No quiero pensar en esos niños cuyos padres a penas pueden sacar la cabeza de entre las facturas para no ahogarse con ellas y, que además, practican el noble arte de decir que ellos no acabaron el colegio y que la vida los ha tratado muy bien. Mientras, tú observas los tatuajes que cubren su brazo, los ojos, que brillan de una manera sospechosa, sus gritos desde que su crío hace un poco de ruido…gente a la que he conocido, que han estado a mi alrededor…y solo puedo sentir un miedo y un frío intensos. «Por el amor de Dios, no te dejes ir de esta manera! Quédate en el eje que atraviesa tu vida! No te dejes arrastrar por la oscuridad que una vez habitó en tí!!»
Yo no me acordaba de que debía conectarme a Internet, pero es que, además, el miércoles me llamó su tutor y ya me dio un avance. El enano suspendía cinco asignaturas, y yo, sin preguntar cuáles, estuve a punto de nombrar a todos los ancestros del tutor y míos. Se lo digo al padre, porque estamos hablando que la llamada se produce sobre las tres y pico de la tarde, y, a esa hora, él y yo estamos boca arriba, como dos cucarachos, descansando y cargando pilas para una tarde de traca. Aún me quedaba, a esas horas, ir a mi terapia, organizar la del niño, comprar un regalo para poner bajo el árbol…en definitiva, un problema del primer mundo como una casa, pero que debemos afrontar porque somos adultos funcionales.
Cuando vuelve el padre de recogerlo en el cole, le pregunto que cómo le han sentado los suspensos y él, como buen padre de Avatar me dice que al niño le dan las notas el viernes y que será entonces cuando hable con él. Me cabreo. Al niño ya le han dado las notas y ya sabemos lo que hay. No voy a esperar al trámite. Me acerco al salón, y sin saludarlo, le digo lo que hay y que, cuando vuelva al cole, irá con la toma de la concerta, su medicamento para tratar el tdah. Me visto, y, al salir por la puerta, me pregunta que a dónde voy. Le contesto una majadería y cierro la puerta. Salgo del portal y está lloviendo. Esto, unido al aire fresco, me permiten bajar el ataque de nervios que llevo. Pienso en el esfuerzo que hemos hecho para conseguir cinco calabazas. Saco el móvil de mi bolso y, haciendo malabarismos con el teléfono y el paraguas, le envío un mensaje a su terapeuta. Quiero que le deje bien claro que medicarse no es un castigo, que, primero nos recomendaron, y ahora, con las notas, nos obligan a esta decisión. Ya el paseo me deja pensar con claridad y siento en cómo debe estar él que ha hecho el esfuerzo mayor. Al volver a casa, y tras una terapia que me aclara las ideas, y agotada de caminar buscando el regalo, lo abrazo y le digo que vamos a conseguir salir de esta. Vaya que si! En peores plazas he toreado!
Ayer, al ver las notas, esas que dice su tutor que lo van a obligar a repetir, veo que tres de las asignaturas cateadas son de evaluación continua, francés, que deberían eliminar del sistema educativo porque no entiendo a quién puñetas le importa ese idioma, y quien lo quiere hablar lo hace desde un cole específico o en una academia, plástica, amos no me jodas! que el niño viene de Avatar!! y tecnología, otra puta mierda. Luego, las dos asignaturas de su tutor. Biología y Geografía. Qué casualidad! Ha aprobado matemáticas, lengua e inglés, que tienen mucho peso específico en una persona autista a la que hace unos años le preguntabas cuántos dedos teníamos en las manos y, cada vez, se contaba los dedos para darte una respuesta, muchas veces equivocada. Las notas son malas pero no terribles y, bajo mi punto de vista, ha suspendido Geografía con el ánimo de hacernos entender que, o hay pastilla, o aquí todos lo vamos a pasar mal. A contrapelo. Sin ayuda. Como él con un niño en el aula que se lo debe hacer pasar tono valle de lágrimas. Ese rollo! Lo entiendo y lo asumo, aunque, tal vez, si lo viera colgado de algún sitio a punto de caerse, le diera como ayuda lo que él a nosotros. Soy un poco como El Padrino. El respeto y la familia son dos pilares fundamentales en mi estructura cerebral. Y este ha ensuciado, con las dos calabazas, mis dos pilares. Y se va a enterar! Sin acritud!
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La Navidad en Avatar
Llevo como unos quince días tomando creatina durante el desayuno, eso, y magnesio, no porque haya oído a la influencer de turno decir que si estás en menopausia te lo tomes que ya verás y bla bla, sino porque médicamente, deberían ser de toma obligatoria desde que vas entrando en la madurez. Que he leído y me he informado y llego a conclusiones casi cuando mi cuerpo ha dicho stop. Todo este rollo anterior lo he largado para que entiendan que yo, a.c (es decir, antes de la creatina) era una mujer sin energías siquiera para soplar, e iba bien justita para atender las necesidades de los chicos, pero ahora, tomando esa maravilla sideral, no sólo puedo llevarlo todo de forma correcta, sino que, además, hago planes con ellos.
Total, que el lunes 8, decido hacer el árbol de Navidad y, el día antes, fui preparando a mi hijo para dar una vuelta por la calle comercial que hay cerca de mi casa y ver el encendido de las luces. Como el plan en sí no era atrayente, le dije que lo invitaba a un helado, que una conoce a sus retoños y sabe dónde les aprieta el zapato. Al final, a fuerza de dar el coñazo, conseguí que viniera la hermana que iba con los brazos cruzados y repitiendo que qué había de guay en ver un encendido. «Tal vez que nunca has visto uno??» Le contesté.
Después de ver cómo se iluminaba la calle, acompañado todo de unos uy, ay, más falsos que el carajo, nos fuimos a la heladería. Pasamos por otra que debe ser nueva pero al ver que se formaba un poco de cola y que los sabores no eran muy variados, seguimos hasta la que vamos siempre en la que hay que coger número. Pillo un ticket y, oh my god, hay 17 personas por delante. Dejo a mi hija con el hermano y me meto en una tienda de informática donde recibo malas noticias. Lo que busco ya es del pleistoceno y tengo que pedirlo online. Vaya por Dios! Ahora tengo que esperar a que me llegue un paquete del lejano Oriente, ojo cuidado que no me gusta recurrir a ciertas páginas pero es que solo las de Oriente envían a las islas, porque mi televisor y el juego de la wii son incompatibles y porque el mando de la tele ya no está in sino out. Hay que joderse!!
Salgo corriendo esperando ver a mis hijos en la puerta del negocio con sus helados en ristre. Recibo un mensaje de mi hermano. Barrunta los nubarrones que me cubren la cabeza y me pregunta. Yo le contesto a tropicones porque urge buscar a dos habitantes de Avatar solos en medio de un gentío enorme y mi entusiasmo por esta salida coge las de Villadiego. Cuando los encuentro, aún les quedan dos números por delante. Mi entusiasmo vuelve de Villadiego y me da dos tortas por semejante ocurrencia de salida. Al final, los atienden, y mi hija que no quería nada acaba animándose a pedir ella también un helado. Al salir les explico que viene durante la semana un frente frío y que, seguramente, no hubiéramos podido ver nada navideño hasta casi el día de Navidad. Me contestan al unísono que se la suda muy fuertemente toda esa necesidad de pasear, pretender alucinar con unas luces que a ellos plin, comprar a destajo mierdas para gente que no han querido acercarse a ellos ni con un palo…Cuando les pregunté que qué les había empujado a acompañarme en la idea, me contestaron que había sido un diez por ciento por el helado que se iban zampando y un noventa por ciento de querer hacerme feliz. Nos quedamos en silencio un rato largo, que rompí diciendo que quería que amaran estas fechas como lo hacía la abuela. «Bueno! Podría ser! Con el tiempo!» Me contestaron. «Espero que no sea uno tan lejano que no pueda vivirlo junto a ellos» pensé. Y, cuando me di cuenta, estábamos frente a Avatar. Un sitio donde la Navidad tiene un sentido distinto, una visión distinta. Que no inferior! Solo diferente! Como el mapa neuronal de sus habitantes!
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El cumpleaños de mi hermano
Hoy me he levantado por el ruido de una tormenta. Al principio me ha extrañado pero, al asomarme a la ventana, he visto que mis oídos no me engañaban. Me he acordado de cuando viví unos meses en la península y, como una carambola de billar, me trasladé al cumpleaños de mi hermano ayer. Él pobre cabrón está en Costa Rica, sufriendo como solo una persona como él es capaz de sufrir, es decir, está exprimiendo cada minuto de su vida a tope.
Me voy a preparar al desayuno y veo a mi enano saludándome desde el sillón. Ayer colgué una foto de mi hermano de pequeño, y mucha gente vio que se parecía a mi hijo. Y si, se parecen. Incluso en la parquedad de palabras. Vuelve mi memoria a mi hermano, merendando y viendo «La Sirenita» de Disney, calladito, recién duchado, que sólo me miraba a través de sus pestañas tamaño jirafa cuando yo le preguntaba alguna cosa. Parpadeaba una vez. Asentía o negaba con la cabeza. Volvía a los dibujos. Yo debía de ser la hermana coñazo porque le llevo unos buenos 17 años, pero era lo que había y, aún hoy, habré subido un par de peldaños en la categoría, no muchos más!
Eso me lleva a cuando le apareció un testículo de color verde y, a mi pregunta de si le duele me contesta que no. Mi madre me mira y yo le devuelvo en la mirada toda la gravedad del asunto. Sin decir nada. No queremos asustarlo. Lo lleva a urgencias y, prácticamente, no vuelven a salir del hospital hasta dos años después. Él sale con un montón de heridas de guerra, en una batalla contra la muerte, y mi madre con una coraza dorada que la convierte, a partir de ahí, en una mujer diferente. Habían ganado la batalla, aunque la guerra duraría varios años más.
Tambien lo recuerdo jugueteando con el amigo, corriendo de un lado para otro, mientras yo sostenía un cubata, que ahora no bebería ni muerta, y lo miraba como un camaleón. Un ojo a quien me hablaba y otro a él. Ejerciendo de hermana coñazo. Cuando mi madre me preguntaba que si lo había visto, yo le señalaba al punto exacto, y por ahí pegaba mi madre un grito de vuelta a casa.
Comienzo a desayunar, y eso me lleva a una tarde de cena en casa de mi madre, diciendo que le obligan a leer un libro de Eduardo Mendoza, «Sin noticias de Gurb». Yo vendiéndole el sentido del humor de Eduardo y él contestándome que me lo lea y le haga un resumen. Yo, como buena hermana coñazo le digo que no. Que se lo lea él que el trabajo de estudiar es todo suyo.
Para compensar, no sé si fue por ese tiempo, mi madre estuvo un día fuera, y mi tía y yo decidimos hacer turismo. A eso se apunta mi hermana, y mi hermano que nos suplica que le dejemos faltar ese día al cole. Me convence a la primera, pero para ejercer de hermana mayor coñazo le hago que me ruegue un poco más. Mi tía le da la bendición urbi et orbi, intercediendo antes de que yo saque la fumata blanca. Mejor! Así no bajo de categoría ante sus ojos! Le ruego que no de detalles de una jornada inexistente de cole a mi madre, que no es tonta, y es lo primero que hace cuando nos sentamos a cenar, mientras yo lo fulmino con la mirada. Como buena hermana coñazo.
Hoy puso en su estado imágenes de lo que parece una discoteca enorme, mientras cae confeti, humo, y la gente baila en medio de todo eso, con la música sonando y actuando de enlace entre aquellos cuerpos y toda la parafernalia. Me imagino a mi hermano allí, en medio, con su móvil en ristre, ya sin correr, sin supervisión, saltando, libre, celebrando su cumpleaños. Celebrando la vida misma.
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El vídeo
Hoy mi hermana me ha mandado un video del enano, que debía tener como unos cuatro años o así, tal vez menos, saltando en una colchoneta con dibujos de La Patrulla Canina, como si le fuera la vida en ello y preguntando si nadie se le iba a unir. Mi hermana le decía que sí, que ya su prima se estaba preparando para unirse al juego, mientras él no paraba de parlotear y saltar a la vez. Le he enseñado el vídeo al padre, y me ha comentado, en un tono que aparentaba ser indiferente, que a esa edad, ni parecía ni nadie hubiera sospechado jamás que el niño pertenecía a Avatar y que ya se esperaba su llegada al planeta. Ya nos habían dado un primer diagnóstico al que su padre y yo miramos de soslayo, con un cierto desprecio hacia quien nos lo puso delante en su primer año de vida. Yo sólo he podido asentir con la cabeza, explicar lo que recordaba de su infancia, cómo era capaz de contarte un cuento él solito, cómo se reía y compartía contigo sus jugadas más interesantes y, al levantar la vista, en medio del silencio que se ha hecho, he visto la tristeza ensombrecer el rostro de mi aún marido. Entonces algo ha hecho clic en mi cerebro y me ha pedido que me levantase y lo escribiese.
Si duro fue asumir lo de mi hija, aunque ella llevaba la palabra autismo en luces de neón grabadas en su frente, cuando debimos asumir que el niño, aunque no nos fuera igual de evidente, lo era también, no lo encajamos de la misma manera. Lo encajamos peor. No supimos cómo gestionar ese dolor y, a golpe de repetirnos el diagnóstico, lo fuimos tragando como una pastilla demasiado grande para nuestros esófagos, sintiendo su recorrido por nuestro torso, hasta llegar a una zona de alivio, que no de vuelta a la normalidad, en nuestra alma, y eso permaneció ahí, quieto, callado, hasta que alguien te envía de vez en cuando un vídeo y te lleva a aquellos días en los que, a pesar de todo lo que ya sabíamos, descubrimos que no habíamos aprendido nada, porque los hijos son distintos, sus necesidades, sus energías, sus vidas…lo son también. Entonces te lanzas a escribirlo en un blog, blog que creaste precisamente para esto. Para contar lo que significa vivir en un lugar donde, a pesar de hablar el mismo idioma, las palabras no tienen el mismo significado, donde, los silencios se alargan tanto en el tiempo que, cuando sales de Avatar, y alguien se dirige a ti, tu cuerpo sufre un sobresalto que, para tu interlocutor debe suponer si no creerías tú que venía a robarte el bolso. Vivir en Avatar en fechas como estas me supone una penosidad añadida. No visitamos ningún sitio y no necesitamos vivir entre aglomeraciones de gente. Tampoco puedo poner mi móvil, a primera hora de la mañana, con las notificaciones activadas, porque los nervios están a flor de piel por culpa de este encierro voluntario. «Apaga eso por favor mamá!» me dice mi hija. Y yo claudico porque aquí soy minoría. Soy la rubia de la familia Monster, les comparto enlace de la entradilla de la serie para quien no sepa de qué hablo, https://youtu.be/JdrbLvFJkB4?si=2YHkoHIj6ZiWS_hp, y así, en este devenir de los días, unas veces soy cicerone de un mundo que los mira con extrañeza, y otras, me posiciono en un cuarto plano, viviendo y observando. Intentando entender porqué a ratos, y en otros, queriendo sin condiciones, y teniendo muy claro que, si alguien, algún día, viniera a alterar la vida de los habitantes de este planeta extraño pero hermoso, se encontraría con su mayor guerrera, esa que perdería la vida sin dudar si fuera necesario salvar a sus habitantes. Y por este motivo escribo hoy. Porque este blog es un diario de viaje. Un largo viaje a Avatar.
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Mi dolor
La vida es como las mareas. Unas veces avanzamos hacia adelante, con fuerza inusitada, otras veces, de una manera más ligera, pero, en algún punto, retrocedemos o somos absorbidos por la Madre Tierra, y entonces debemos, mientras reposamos el haber ido hacia atrás, recuperar fuerzas para volver hacia delante, para con suerte, ganar terreno, o para volver al punto de origen. Todo esto lo digo porque, ahora mismo, me encuentro en un lugar personal en el que necesito parar y reponer fuerzas para avanzar.
El jueves mi compañera me dijo que tenía dos entradas para ver a Goyo Jiménez, el humorista actuaba en un pueblo de la isla pero que, una de ellas, la de su marido, se iba a perder porque él, que se dedica a la política, tenía que ejercer de tal a la hora del espectáculo. Me animó a ir y, antes de decirle que no, me dijo que si yo no iba iría sola. Vaya por Dios! A mí ese pueblo me queda muy lejos de Avatar, luego la logística de dejar a parte de sus habitantes tres horas solos, luego las fechas, en las que no soporto encontrarme con un montón de gente, comprando y dándote con los paquetes en las costillas, mientras tú solo pretendes alcanzar la otra acera. Le respondí que lo pensaría. Solo hasta el viernes por la mañana porque así le quedaría tiempo para buscar a otra persona. También le dije que yo iría en guaguas (dos) a su casa y que de ahí salíamos al pueblo. Que no fuera a buscarme si decía que si. Total, que, pensando que tal vez ver a ese hombre me animaría por un rato, le mandé un mensaje el viernes donde ella no fue a trabajar por ser el cumpleaños de su hijo. Mi compi para animarme más, ya me había mandado las entradas por WhatsApp. Todo eso, claro está, con una reunión al más alto nivel aquí en Avatar. Me dijeron que no les importaba que fuera pero que estaba loca por hacerlo. Ir a un pueblo a tomar por saco a ver a un humorista si lo puedes ver en la tablet! Incontestable!
Vinieron a recogerme, porque, a pesar de la vergüenza que me daba hacerlos viajar en dirección contraria a donde sería el espectáculo, lo hicieron de mil amores y yo me ahorré el sofocón y las apreturas del transporte público y el bendito Black Friday. Llegamos a un pueblo al que yo no he visitado en más de 20 años. Los mismos que mi hija mayor. Paseé por sus calles ya iluminadas y decoradas con motivos navideños, mientras pensaba que, durante todos esos años, yo había visto cero encendidos de pueblos de la isla. Me maravillaba de sus callejuelas, me alucinaba con la cantidad de gente que conocía mi compi, a la que veía hacer una vida social desconocida para mi, y, tras tomar algo antes, nos fuimos al teatro.
La verdad es que lloré de la risa, aplaudí como una loca al final, y salí del teatro con la herida que tengo en el costado un poco más cerrada. No mucho, pero sí lo suficiente como para volver a respirar con cierta normalidad.
Ahora mismo no sé qué camino coger, si debo coger alguno, o quedarme flotando en el aire, como un folio o una hoja mecidos por el viento. Necesito cargar pilas, porque el tema del enano me ha dado en toda la línea de flotación. Tal vez no sea nada y la próxima semana estaré bien y seguiré contando las cosas de este planeta y sus gentes. Tal vez no. Tal vez necesite hacerme bolita en un rincón del planeta, sin moverme y hacerme piedra. Quizás es eso lo que necesito. Solo sé que quiero hacerme humo. Flotar y no sentir más que al dolor que me llena toda, hacerlo más pequeño y llevarlo conmigo sin que pese tanto como ahora.
Me quedo en Avatar terrícolas! Hasta ahora ha sido un placer coincidir con vuestras lecturas, opiniones y letras. No es una despedida porque a mí eso no me gusta. Ya lo he probado y prefiero los hasta luego. Porque a lo mejor cojo el blog y sigo. Pero a lo mejor no. Depende de lo que tarde en cerrar la herida…Depende de a dónde me lleve ahora mismo la marea y su pleamar. Un beso enorme a los que, hasta hoy, me habéis leído. Muchísimas gracias! ❤️

La foto no hace justicia pero la pongo porque es mi primera visita a uno engalanado por la Navidad -
El enano y sus líos
El miércoles me llamó el tutor de mi hijo mientras estaba trabajando. «Puedes hablar?» me dice. Yo pensaba que el niño estaba enfermo, pero empiezo a intuir que estoy muy equivocada. Llevo varias semanas con mal rollo, barruntando algo que, sin ser capaz de ver, me huelo cuando tengo a mi hijo delante. Ha sufrido varios cambios y está en un duelo que es como un caminar por el desierto. Cero agua, penalidades y sin ayuda más que la de sus padres. Pero claro! A ratos. Como en las maratones. Lleva, desde septiembre, sosteniendo sobre sus espaldas un montón de giros de historia, plus profesores desconocidos, más exámenes y otras hierbas. No justifica lo que ha hecho, pero lo hace más comprensible. Total, que, mientras que en casa le hemos preguntado que en su vida escolar qué tal y con respuestas de «bien», el chaval se ha metido de lleno en la mentalidad delincuente. No voy a enumerar lo que ha hecho porque ya cuando lo hacía con su padre estuve a punto de llorar y no quiero, como ya tuve que hacer el jueves, dejar esta entrada a medias.
Total que, al subirse al coche su padre le advierte que tenemos que hablar con él y ya al entrar a casa lleva el rostro desencajado. Sabe que lo sabemos todo y, para su defensa, he de decir que ni lo negó ni le echó la culpa a otro chico. «Fui yo y asumo la culpa y el castigo», debió pensar, y así fue.
Luego fuimos a la terapia, y, su profe, al ver mi cara pregunta qué pasa. Le enumero sin intención de humillar todas las golferías que ha hecho, lo cual es difícil teniendo en cuenta que ha estado a punto de ser expulsado del cole. Vamos! Que ya hubiera querido yo que todo lo ocurrido fuera anecdótico. No. Llevo desde el día de la llamada pensando en que ya intuía problemas sin saber por dónde irían los tiros. Observando al niño llegar con una tremenda nube negra en su cabeza que me llena de preocupación y que él minimizaba cada vez que le preguntaba por ella. «No te dejes llevar por tu ansiedad!» me dije a mi misma y no, no era ansiedad. Era un desastre que venía hacia nosotros como un caballo desbocado.
Su padre habló con él desde una serenidad y un cuajo que ha adquirido con casi 35 años de profesión. Mientras yo pensaba que le arrancaría la cabeza, él le explicaba al niño que, si la situación hubiera sido suya, su madre lo hubiera matado, pero que en estos tiempos, y entendiendo sus circunstancias, iba a tener su castigo, pero uno tan doloroso como si te dieran una torta. Una tarde sin televisión. Yo me alineo con lo que dice. No quiero que él quede como el malo de la película mientras yo hago de poli bueno. Además, nos dice que ya se ha disculpado con la persona o personas a las que ha estado tocando la moral y, oye, en el pecado ya lleva la penitencia.
Al día siguiente le digo que vamos a empezar con la medicación para el tdah y le explico el porqué. Le hago entender que producto de ese polvo han venido estos lodos. Se lo digo sin enfado, sin levantar la voz, poniéndome en su pellejo, y entonces empieza a llorar todo lo que tenía retenido en su cuerpo. Un llanto enérgico, que hacía mucho tiempo que no le veía. Me quedo quieta delante de él. Yo también he sacado experiencia profesional y no es la primera persona con llanto enérgico que me tiro a la cara, solo que esta vez es mi enano, y se me pasan por la cabeza mil situaciones difíciles vividas con ese metro sesenta que llora desconsolado frente a mi. Lo abrazo y, para mi sorpresa, abro la boca y le digo que vale, que está bien, que no va a medicarse pero que será la última vez que me apiade de su alma de Curro Jiménez del Temu. Que ya yo me he tropezado en la vida a muchas otras personas y que todas ellas me han curtido el carácter y la paciencia, y ya, con él, he llegado al límite.
Entonces me abraza y sigue llorando. Supongo que ahora debe sentirse como un ganador del euromillones, incrédulo ante tanta potra. Increíble que yo haya claudicado. No me creo lo que acaba de ocurrir. Entonces veo que, para abrazarme debe agacharse un poco y le digo que debo quitarle el mote de enano. La enana de la casa soy yo ahora mismo. Me contesta que no, que no le quite ni le mueva más cosas, que enano le gusta. Y así seguimos. Abrazados. Miro el reloj. Llego tarde a trabajar y tengo juicios. Yo acabo de tener uno y he dejado absuelto a quien me abraza agradecido. Y ahí me quedo mucho después de irme. En ese abrazo. Junto a mi enano. Mi pequeño Curro Jiménez del Temu.
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Avatar está enfermo
El lunes fue un día complicado. A un juicio largo de más de cuatro horas tuve que añadir una visita de mis hijos al dentista que llevaba programada hace meses. Como era a media mañana, y como no hay transporte escolar, subir al cole cuatro veces nos pareció un poco demasiado y el enano se quedó en casa. La cosa es que, con el tema del juicio, se me olvidó enviar un correo al cole. Me di cuenta cuando recibí el de ellos preguntando por el crío. Claro! Yo soy la que se encarga de esas cosas! Deberías haber avisado el viernes, me dice mi aún marido. Es que yo no soy prácticamente perfecta. No soy Mary Popins. Así que te tienes que aguantar con que, a mi menopausia le parece bien olvidar cosas, citas y demás gaitas. «Si hay alguna queja hazlo tú», remato.
Como encima y además mi aún marido vino de la acampada en modo «me muero» me dijo que no iba a tocar los fogones no sea que su cuerpo se autodestruyera a consecuencia del esfuerzo, así que fuimos a comer al bar de la esquina. Cuando yo conseguí salir de la sala, me los encontré que ya habían pedido el segundo plato. Total, que miro para mi hija y noto que está acatarrada por enésima vez este año. Le duele la garganta y a mi me gira la cabeza. Cuántas faringitis sumamos? Un porrón! Empieza mi ansiedad a aporrear mi cerebro y me recuerda que la actriz Antonia Sanjuán comenzó su enfermedad así, con una faringitis persistente. Le ruego que vaya al médico y me suplica que no sea tan dramática, que es un catarro contagiado por su padre. Y eso que no le he dicho lo de Antonia!!
Al poco comienza el niño a tirar de la nariz. Entiendo que debe ser alergia porque ya salió de un catarro que lo tuvo en casa tres días lectivos. No me preocupo pero lo vigilo como un camaleón, con un ojo puesto en su hermana y otro en él. De todas maneras eso es el miércoles y el viernes aún sigue con el antihistamínico además de la vacuna que toma vía oral y que se le ha terminado. Voy a la farmacia a por la siguiente con una receta que te pide hasta que le cuentes cuántas veces ha comido el niño el 27 de mayo de 2021. Ese rollo súper fácil y súper accesible que, además debe ir sellada por la aseguradora cuyas citas están a unos quince días vista. Todo por el módico precio de 300 euros. Pago y dejo mi cuenta pelada. Y solo estamos a mitad de mes!!
Como al niño, o a su cuerpo, le afecta casi cualquier cosa, amanecimos el sábado él con migraña y yo con todas mis legañas pegadas a los ojos intentando no caerme hacia adelante porque mi cuerpo no esperaba ese madrugón. Qué guay es ser madre…! Si me dieran a elegir repetir experiencia o caer en un foso de leones hambrientos, ya estaría embadurnando mi cuerpo con alguna sustancia que me hiciera más apetecible!
Por si fuera poco, al acostarse me dice que le vuelve a doler la cabeza y salgo corriendo a por el ibuprofeno. Pienso que debo llevarlo al médico o a un oftalmólogo, para descartar falta de vista. O un tumor, claro! Que se note que soy una ansiosa de libro y que mi mente va a situaciones catastróficas una y otra vez. Se queda dormido, y cerca de la una de la madrugada se queja de sed. Tanta que se pimpla dos vasos de agua fresca y a mi mente le da por elucubrar una mierda detrás de la otra. Cuando consigo darle al stop es la una de la madrugada, para levantarnos luego a las 7. Vuelvo a pensar en las responsabilidades y en lo coñazo que son y me quedo dormida tan rígida que hoy me he despertado con un tirón en el cuello. Debe ser algo tensional Lo digo porque ayer, además, antes de irse a trabajar, mi aún marido se fue con los chicos a comprar. Cuando volvieron, mi hija colocó la compra y encajó de tal manera las tres cajas de pizzas en el congelador que no había manera de abrir aquello. Pego un grito llamando a mi hija. Nada. Ni responde. Cuando hago eso son malas noticias y ella no quiere saberlas. Entiende, además, que es por algo que ha hecho mal y para qué queremos más! Llamo al padre. Se levanta y, al principio se ríe pero luego ve que, como te descuides, rompes la nevera. Entonces abre la boca y pega un grito. Llama a su hija inútil. Le pego un empujón y le digo que le he pedido ayuda y que no hace falta mentar a nadie ni faltarle el respeto. Vuelve a reírse como si fuera un chiste. Nadie le secunda. Se va. Preparo la comida que, ante el disgusto de mi hija sabe a última cena. Llevo la conversación por sitios que no tengan que ver con lo sucedido. A nadie le importa nada mi conversación insustancial llena de lugares comunes. Me quedo sola comiendo. Saco el vino de la nevera y brindo por mí. Por mi paciencia. Por mi resiliencia. Que no decaiga nunca. Ni la una ni la otra!
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Un instante
Esta semana tuvimos un juicio que se preveía largo y duro hasta los topes. Yo, cuando la compañera de trámite le puso fecha pensé que, igual, ya no estaría trabajando allí de auxilio judicial sino que ya estaría en mi plaza de tramitación que, les recuerdo, aprobé hace ya año y medio. Me equivoqué. No voy a explicar de qué iba pero sí puedo decir que teníamos citados a 12 peritos médicos. 6 por videoconferencia con otra isla, que nos advirtió que más de dos horas conectados iba a suponer un problema, y donde solo nos excedimos en 15 minutos, un perito presencial, y 5 más por webex que viene a ser el zoom de los juzgados. Total, más de cuatro horas peleando con una tecnología que no estuvo por la labor de estar de nuestra parte pero que, con lo que ofreció nos fue suficiente. Con peritos avariciosos que te cobran un dineral por hacerte un informe que los pone, incluso, en contra de otros profesionales y que, claro está, luego no quieren defender en un interrogatorio. En concreto, mientras mi compañera hacía la conexión, yo, vía telefónica les pedía que se conectaran, y todos lo hicieron menos una que me cortaba el teléfono. Eso ya desde el viernes, que la telefoneé para preguntarle si le habían llegado los datos de conexión. Missing. La llama la parte que la propuso y, claro está, a ella sí. No imaginaba la perito esa llamada desde la misma sala autorizada por el juez. La oigo decir que no ha recibido ninguna del juzgado. Le digo a la abogada que la señora, evidentemente, miente. Me mira con ojos de, «no puedo creer tanta poca vergüenza». Le dice que se conecte y ella lo hace de muy mala gana. Luego hacemos un receso. Más de tres horas sin ir al baño un señor que ha superado dos tumores linfáticos, que toma una medicación que lo hace susceptible de ir al baño a cada ratito y una señora en menopausia que, sin medicación adolece del mismo problema, salieron pitando cuestión de 10 minutos. Mi compi trae cafés y donuts, yujuuuu! Mientras comemos como dos animales hambrientos, intentamos arreglar el problema de la webex. Soy una malhablada y un: «tú quieres hundirme en la miseria» y un «me suda la p….» después descubro que, a pesar de haber parado la grabación, el programa ha continuado y nos ha grabado en el fragor de la batalla con el ordenador. Se lo explico al juez y trata de no morir de la risa porque el caso no lo permite. Me dice que continuamos. Claro que continuamos! Lo hacemos incluso sin conseguir grabar la imagen de los médicos. Solo sus voces. Nos da igual porque es que se les ve en el portátil pero no conseguimos proyectar su imagen a la pantalla de la sala. Webex 1 auxilios 0. Cuando llega el turno de las médicos forenses, y mientras explican porqué una madre joven con dos hijos acabó en una mesa de autopsias, cuando te dicen que todo fue una cadena de mala suerte, sentí que la muchacha se hacía presente en ese instante. Noté un abrazo agradecido, pude captar que la sala quedaba congelada, como el cuadro de «Las Meninas» de Velázquez. Yo de pie, controlando el maldito ordenador, mi compañera sentada, empatizando con el dolor de aquella joven madre, mi juez tomando notas, serio, concentrado en las declaraciones, las partes hablándose de manera educada, sin querer polemizar, sin querer hacer más daño que el sufrido por aquella pobre familia, que suficiente tenían con un periplo judicial al que ya va faltando menos. Y, entre todos nosotros, ella. La protagonista. Agradeciendo el esfuerzo realizado, el tesón de sacar una vista que, en puridad debería haberse dividido en tres días, el respeto demostrado por todos los que pasaron por allí.
Cuando mi juez declaró la prueba conclusa, la sala se iluminó aún más si cabe y, los problemas técnicos desaparecieron en el siguiente juicio. Si. Tuvimos otro más después de ese tan terrible. Pero no salimos a las tantas, no. Porque aquella muchacha, que había perdido la vida, había decidido recompensarnos haciendo que todo fuera como la seda después. Entonces yo le agradecí a ella y, tras cerrar los ojos un instante para sentirla mejor, al abrirlos la vi salir de la sala. Nos sonreía y agitaba la mano despidiéndose. Yo le sonreí también. «Buen viaje mi cielo!» Le dije. Y entonces se fue a descansar. Porque todo ya estaba dicho. Porque todo estaba hecho.
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La alerta meteorológica
Mi comienzo de semana estuvo lleno de juicios, carreras para llevar al niño al cole e irlo luego a buscar, comidas, terapias, y, en medio de la misma una alerta meteorológica que, por lo menos por donde yo vivo, quedó en una lluvia que limpió las calles.
Con esto de que voy y vuelvo en taxi porque él y yo debemos llegar a tiempo a nuestros respectivos deberes, y porque como su cole está en un sitio que no es conocido, estoy fijo haciendo de GPS para los profesionales del transporte público. Total, que en una de estas me toca una mujer, y comenzamos una conversación que se volvió más explícita en cuanto el niño salió del coche para entrar en el colegio. Ella me preguntaba curiosa cómo era que yo había claudicado en lo de que su colegio nos hubiese quitado el transporte escolar. Le expliqué que mi rubio es autista y que, mientras a su padre y a mi nos quedara salud, íbamos a pelear porque el crío fuera a un colegio con unos compañeros que ya saben cómo es y que lo respetan tal cual es. Luego, cogí la directa y le expliqué también que su hermana lo era, la gincana que había supuesto su diagnóstico, y como, después de tener al hermano, primero se me juzgó por tener otro hijo, a pesar de que yo recibí el diagnóstico definitivo de la niña, diagnóstico que no aparecía en ninguno de los dos informes anteriores, embarazada de cuatro o cinco meses de su hermano, y luego, aguantar a todo el mundo diciéndome que cómo elegía como padre de mis hijos a alguien que venía de Avatar. Lo que eso le había supuesto a mi cabeza y lo mucho que había tenido que volver a subir después de tener una caída tan grande. La pobre taxista me descontó cinco euros de la carrera. Le dije, porque no quería que pensara que contaba aquello por el tema pena, que, ahora, a pesar de todo, vivo bien en mi pellejo. Disfruto de la vida. A pesar del curro que supone mi hijo que es algo inimaginable para una mujer que está en menopausia y que tiene 55 años. No quiero imaginar si, además, hubiera tenido un retraso madurativo u otra cosa.
Para colmo, con la alerta meteorológica, se quedó el jueves en casa. Yo estaba dispensada de ir a trabajar pero vivo a menos de 200 metros del curro, el jueves amanecimos con un sol radiante y se habían suspendido los juicios. Así que fui, informé de la suspensión, me peleé en plan bien con algún letrado, citamos a peritos y testigos para otro día y volví a Avatar.
En Avatar me esperaba un padre enfermo, un niño desregulado por una semana convulsa, y una hermana que, si la toco da corriente por los nervios de la incertidumbre de no saber si tiene o no plaza este año. Y que, además, a conocido en las clases de la academia a un chico que cree ella que es de su planeta. Por lo que cuenta es un SI mayúsculo.
Y así, con esta semana llena de estrés, encaré el finde. Hoy toca poner más lavadoras, limpiar, estudiar con el chiquillo y prepararnos para transitar una semana más en este planeta que está pleno de aventuras, de saltos al vacío, de conexiones neurológicas, de abrazos cuando te los encuentras por el pasillo…de amor auténtico. Pero qué complicado eres hijo mío!! En mi otra vida me pido ser una ameba!